Fecha de publicación
julio 22, 2025
Por Mauricio Avendaño, socio de CIS
Cuando pienso en liderazgo, lo veo como el acto de inspirar, conectar y movilizar. Es tener una mirada estratégica y sistémica, capaz de actuar en el presente sin perder de vista ni dejar de ser coherentes con el largo plazo. Es sacar lo mejor de cada persona, para que -desde su mejor versión- contribuyan con sentido al propósito común.
Me entusiasma ver cómo cada vez más líderes, en lugar de aferrarse al poder que otorga un cargo, se legitiman a través de un liderazgo cercano, que visibiliza a las personas y se ancla en relaciones de confianza. Un liderazgo que no se trata de controlar, sino de habilitar; que no busca imponer, sino generar espacios donde otros puedan florecer, crecer y desarrollarse.
Liderar no es solo tomar decisiones. Es comprender que cada gesto, cada palabra y cada elección tiene el poder de abrir caminos o cerrarlos. Es entender que el liderazgo se expresa tanto en lo que hacemos como en lo que permitimos que ocurra. Y que la cultura se moldea no solo por lo que promovemos, sino también por lo que dejamos pasar.
En entornos que demandan rapidez, eficiencia y resultados, es más importante que nunca volver a preguntarnos: ¿Qué tipo de impacto estamos generando desde nuestros liderazgos? ¿Somos conscientes de lo que despertamos o apagamos en quienes nos rodean?
Liderar es abrazar la posibilidad de transformar realidades, de sembrar confianza, de encender propósitos compartidos. Es elegir, cada día, ser una fuente de inspiración y sentido. Al final del día, liderar es crear futuro, inspirando a otros a creer que pueden ser parte de algo más grande.